Cerámica

Pago de la Mezquita
El estudio de la cerámica procedente de la campaña de excavación del año 2007 efectuada en el Pago de la Mezquita, se ha enfocado para intentar explicar la formación de las distintas unidades estratigráficas, de cara a entender mejor la evolución de las estructuras documentadas e intentar fijar su cronología.

Partiendo de los estudios anteriores sobre la cerámica procedente de otros sectores del yacimiento (Cerro de El Sombrerete y Pago de los Tejoletes), que permitieron conocer los contextos de la segunda mitad del siglo IX a comienzos del XI, se ha continuado con una metodología de trabajo basada en la necesidad de analizar la cerámica desde una triple perspectiva (tecnológica, tipológica y decorativa) y la cuantificación de estas características a partir del EVE (equivalente de vasija estimado, es decir, el porcentaje que representa cada fragmento de borde o base respecto a la pieza completa original).

Para llevar a cabo este estudio se han seleccionado una serie de unidades estratigráficas (UE/S) que se han agrupado de forma coherente (rellenos de nivelación y pavimentos; derrumbes de muros y cubiertas; aportaciones de arrastres o para cultivos; etc.), de cara a su estudio estadístico. A su vez, para cada unidad estratigráfica, se han seleccionado una serie de materiales cerámicos en función de la estrategia de investigación, en concreto todos los bordes y bases, todos los fragmentos vidriados y todos los fragmentos con evidencias de decoración. También se han seleccionado los escasos fragmentos de sigillatas localizados. En total, el estudio estadístico se ha basado en el análisis de 1.705 fragmentos cerámicos, de los que 653 son bordes, 437 bases, 444 amorfos vidriados, 166 amorfos decorados y 4 amorfos corresponden a sigillatas.

Todos estos fragmentos han sido estudiados desde el punto de vista tecnológico a partir de seis rasgos (color, tamaño de inclusiones, modelado, cobertura, cocción y dureza) lo que ha dado lugar a definir una serie de grupos tecnológicos. Los grupos tecnológicos significativos, excluyendo producciones escasas (con menos de 3 fragmentos o, con más, pero no representadas por bordes o bases), son un total de dieciséis.

Los dos grupos tecnológicos principales son los que están asociados sobre todo a jarras y ollas, que se adaptan a la funcionalidad de estas vasijas. En el caso de las jarras (incluyendo jarros, jarritas y jarritos) se trata de pastas claras, con inclusiones de muy finas a finas, habitualmente blandas, con cocciones oxidantes, trabajadas a torno, que probablemente favorecen que el agua se mantenga fresca. En el caso de las ollas son pastas rojizas, con inclusiones de finas a medias, cocidas en atmósfera oxidante o mixta, que suelen ser más duras, cuyas características las hacen más aptas para ser expuestas en el fuego.

Tomados en su conjunto, los materiales estudiados procedentes del Pago de la Mezquita presentan como característica general el predominio del modelado a torno (95,83 %) y un porcentaje no muy alto, pero ya significativo de cerámica vidriada (8,63 %).

Respecto a la tipología, se ha estudiado a partir de los bordes, identificando en primer lugar la serie cerámica a la que pertenecen los fragmentos (olla, ataifor, tinaja, etc.) y luego estableciendo una tipología a partir del borde, que se identifica con una letra, para lo cual se ha elaborado un catálogo de formas cerámicas. Las series cerámicas más significativas son las jarras y variantes (39,06 %), las ollas (21,22 %), los arcaduces (7,50 %) y los ataifores (6,64 %).

Además se ha estudiado la tipología de las bases, fundamentalmente para documentar el cambio de las bases planas con huellas de torzal a las bases convexas espatuladas.

Por otra parte, también se ha estudiado el tipo de decoración y los motivos que presenta, aspectos que están muy asociados a tecnología y tipología. Las decoraciones documentadas de forma más abundante son los vidriadas, es decir los trazos que decoran ataifores y redomas, y las pintadas, donde predominan los óxidos de hierro (almagra) y manganeso como motivos que se presentan sobre todo en la superficie de jarritas y jarritos.

Interpretación de la evolución cronológica de los contextos cerámicos

Ha sido posible establecer una secuencia de evolución de la cerámica, a partir de una serie de rasgos tecnológicos y tipológicos concretos. En concreto, los rasgos que en primera instancia nos sirven para establecer las líneas de evolución son los siguientes:

  • Bases de las formas cerradas de agua y de las formas cerradas de cocina
  • Tipología de las formas cerradas de cocina.
  • Presencia de cerámica vidriada y, en especial, en las formas abiertas de mesa y en la cerámica de cocina.

Primera fase

Situada entre los siglos VI a VIII y documentada en el Cerro de El Sombrerete, Pago de los Tejoletes y Pago de la Mezquita, pero siempre con materiales cerámicos que aparecen de forma residual en contextos de época posterior. Cerámica de tradición tardoantigua, donde el tipo más habitual es la olla de borde vuelto, siendo muy escasa la presencia de sigillatas. Los materiales anteriores al siglo VI aparecen de forma tan esporádica que, por ahora, no parecen responder a una fase clara de ocupación de este yacimiento. Por ahora tampoco habría que descartar la existencia de un hiato de las producciones cerámicas, y por tanto de la ocupación, en algunos sectores del yacimiento en torno al siglo VIII y primera mitad del siglo IX, como podría ser el caso de El Sombrerete, en línea con lo que se observa en otros yacimientos de la Vega de Granada.

Segunda fase

Documentada muy bien en el Cerro de El Sombrerete, con una cronología entre la segunda mitad del siglo IX y primer cuarto del X, aunque no conocemos bien sus momentos iniciales. Predominio de las bases planas tanto en formas de agua como de cocina. La cerámica vidriada es muy escasa y prácticamente se limita a formas cerradas de mesa (redomas) y piezas de iluminación (candiles). La presencia de formas abiertas de mesa vidriadas es excepcional, mientras que aún no se documentan formas de cocina vidriadas. Los materiales procedentes del Pago de la Mezquita han permitido documentar el momento final de esta fase, primer cuarto del siglo X, esta fase presenta prácticamente las mismas características que el momento anterior, si bien ya se observa la particularidad de que las bases convexas en las formas cerradas de agua (jarras y variantes) están muy generalizadas.

Tercera fase

Esta fase se ha documentado en el Pago de los Tejoletes, con una cronología de la segunda mitad del siglo X y comienzos del XI. Generalización de la bases convexas, tanto en las formas de agua como en las de cocina; la introducción de un nuevo tipo de olla de boca circular y borde exvasado fino, que suele presentar decoración a base de líneas blancas horizontales, así como la irrupción de las formas abiertas de mesa (ataifores), lo que lleva a una multiplicación de los vidriados, sobre todo vedríos melados con decoración a base de trazos de manganeso. La cerámica de cocina no presenta cubierta vítrea. Como hipótesis se puede aventurar, gracias a los datos aportados por la cerámica del Pago de la Mezquita, la presencia de dos momentos dentro de esta fase. En su momento inicial, segundo y tercer cuarto del siglo X, predominan bases convexas en las formas cerradas de agua, mientras que en la cerámica de cocina se produce la introducción de este tipo de bases, pero aún siguen siendo mayoritarias las bases planas con huellas de torzal y las ollas con piquera (tipo S). Introducción de los ataifores, muy significativa, pero sin alcanzar el volumen de la etapa posterior. El momento final cabría datarlo entre el último cuarto del siglo X y el primer cuarto del siglo XI, momento de abandono de Madinat Ilbira (c. 1018). Las bases convexas se generalizan en jarritas o jarritos y en ollas. Se impone el nuevo tipo de olla y tal vez deja de producirse la característica del momento anterior, la de piquera. El porcentaje de ataifores vidriados alcanza ya unos valores muy altos, pero aún no se documenta cerámica de cocina vidriada.

Cuarta fase

Documentada más claramente en el Pago de la Mezquita. Se identifica, además de por la existencia de las bases convexas en formas de agua y cocina, por una nueva tipología de olla de borde recto entrante, normalmente con escotadura en la unión entre el borde y el cuerpo, cuya presencia es habitual en la ciudad de Granada en contextos del siglo XI y primera mitad del XII, con la novedad de presentar en algunos casos, quizá los ejemplares más tardíos, vidriado al interior. Esta tímida introducción del vidriado en la cerámica de cocina constituye una novedad. Se mantiene la abundante presencia de ataifores vidriados melados, con decoración a base de trazos de manganeso, si bien se documenta alguna nueva variante productiva (cuerda seca). La presencia de algunas producciones más tardías indica que a lo largo del siglo XI y primera mitad del XII el asentamiento de Madinat Ilbira siguió habitado, pero de forma residual, o en todo caso frecuentado. La cerámica posterior a la primera mitad del siglo XII está prácticamente ausente entre los materiales recuperados, siendo muy esporádica la aparición de cerámica de época bajomedieval y moderna, por lo que no cabe identificar claramente, por el momento, más fases en el estudio de la cerámica de Madinat Ilbira.

Evolución de las producciones vidriadas

La introducción y difusión de la cerámica vidriada constituye uno de los datos más interesantes de los contextos cerámicos de Madinat Ilbira. Se han individualizado siete grupos tecnológicos vidriados significativos, presentes en ataifores, redomas y ollas.

Los vidriados documentados en el momento final de la segunda fase (hasta el primer cuarto del siglo X) corresponden exclusivamente a formas cerradas de mesa (redomas).

En la tercera fase (c. 925-c. 1025) se produce una expansión de los vidriados, que continúa en las formas cerradas, pero sobre todo aparece en las formas abiertas de mesa (ataifores). Dicha expansión se refleja en producciones con pastas, vidriados y decoraciones diversas, si bien debemos destacar la abundancia de los vidriados monocromos melados, con decoración a base de trazos de manganeso. Este tipo de producción tal vez sea de origen local o regional, pero quizás otros procedan de centros productores más lejanos. Otros vidriados monocromos minoritarios son los verdes y blancos. Respecto a los vidriados bicolores, la producción más abundante es la que combina blanco y melado (con decoración verde y manganeso sobre el vidriado blanco), siguiéndole la verde y melado. Pero se trata de ejemplares relativamente poco numerosos, y realizados con diferentes pastas, que hacen pensar en un origen no local. A modo de conclusión, podríamos afirmar que las mismas tipologías, como veremos, y decoraciones, como acabamos de ver, se producen en centros diferentes, lo que indica una tendencia a la homogeneización de las producciones cerámicas que es muy llamativa, visto que hasta el momento lo más destacado había sido la regionalización de las producciones.

En la cuarta fase va a destacar, aparte de la permanencia de producciones meladas con decoración de trazos de manganeso, la introducción del vidriado parcial, melado (o mejor, marrón), quizá ya en un momento final (primera mitad del siglo XII), asociado fundamentalmente a cerámica de cocina.

Las principales series cerámicas: grupos tecnológicos, tipológicos y decorativos

Las series cerámicas que presentan un mayor número de ejemplares son arcaduces, ataifores, jarras y ollas. En estos elementos es posible observar mejor la evolución de sus características.

Arcaduz

Pastas claras, de color beige, con inclusiones muy finas o finas, realizadas a torno y que tienen la base convexa en la práctica totalidad. Solo observamos dos tipos de bordes, no habiéndose localizado ningún ejemplar completo. En ningún caso se ha documentado decoración alguna, hecho que está relacionado con su funcionalidad. Los paralelos más claros, aunque con algunas diferencias, los tenemos entre los materiales emirales de Pechina y en Mérida.

Ataifores

Se introducen a partir del segundo cuarto del siglo X, dando paso a la tercera fase de las producciones cerámicas documentadas.  Hay que destacar, por otra parte, que en los contextos correspondientes al momento inicial de esta fase (en torno a mediados del siglo X) están presentes prácticamente todas las variantes, tanto bases convexas como con pie anular, así como fabricados con distintas pastas y con presencia de vidriados monocromos (blancos, verdes o melados, éstos últimos los más numerosos y normalmente decorados con trazos de manganeso) o bicolores (normalmente melado y blanco, con la típica decoración verde y manganeso sobre este último), además de las distintas variantes tipológicas: borde recto (I), con engrosamiento exterior (I) o con el labio levemente vuelto al exterior (L). En este sentido hay evidentes paralelos con las producciones califales de Pechina. Llama la atención, por otra parte, el hecho de que estos tipos tienen una amplia cronología que probablemente perdura hasta principios del siglo XII, con ligeros cambios (en el siglo XI la decoración verde-manganeso deja paso a la cuerda seca).

Jarras, jarros, jarritas y jarritos

Se observa el predominio casi absoluto de una jarrita o jarrito de boca ancha y cuello diferenciado del cuerpo, que suele presentar decoración pintada, en rojo o negro. La mayor parte de estas formas deben corresponder al período situado entre el segundo cuarto del siglo X y el primero del XI. Apenas observamos rasgos que nos indiquen una evolución cronológica, a excepción del paso de bases planas a convexas, circunstancia que parece haberse producido algo antes, en torno al primer cuarto del siglo X. Por tanto, las bases planas, ampliamente documentadas, deben corresponder en su mayor parte a materiales residuales de momentos anteriores. La decoración incisa a peine suele corresponder a ejemplares de época tardoantigua, mientras que la consistente en una o varias líneas, no realizadas a peine, pueden tener una mayor amplitud cronológica.

Ollas

Un elemento fundamental, por su abundancia y  clara evolución tipológica. Si bien suelen coexistir en un mismo momento varios tipos de ollas, lo normal es que uno sea el predominante, es el caso de la olla V en la primera fase (tardoantigua), la olla S en la segunda fase (emiral), la olla E en la tercera fase (califal) y la olla C en la cuarta fase (zirí-almorávide). En cuanto a las bases, solo a partir del siglo X se generalizan las bases convexas, quizá con un cierto retraso respecto a las formas de agua. En cuanto a las pastas, hay que destacar la uniformidad, que revela una misma concepción de la materia prima a utilizar en la elaboración de la cerámica de cocina. Respecto a la decoración, hay que destacar que se trata de producciones que normalmente no la llevan, destacando en algunos casos incisiones y, a partir de época califal, la tendencia a llevar decoración pintada a base de líneas blancas horizontales. Como excepción a la norma general, encontramos un ejemplar de olla realizada a mano y con inclusiones más groseras que debe corresponder a una importación, aún no identificada con exactitud, aunque presenta ciertas similitudes con el tipo de vasijas de cocina documentadas en la zona costera mediterránea situada entre Málaga y Alicante.

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