Cerámica

Cerro de El Sombrerete

El estudio de la cerámica procedente de la Primera campaña de excavación ha pretendido sentar las bases para el análisis de materiales procedentes de posteriores campañas de excavación, siendo el resultado de una profunda reflexión sobre la necesidad de estudiar la cerámica para conocer los procesos históricos. El estudio se ha centrado en los sondeos realizados en la zona de la Alcazaba (3100, 4100, 4200, 6100 y 6200) porque da más coherencia a este trabajo, aunque también se caracterizaron los sondeos situados en la parte baja (5100 y 5200).

Los resultados obtenidos han permitido observar que el material cerámico procedente de esta campaña es muy homogéneo, lo ha permitido establecer unos rasgos comunes generales, revelando que la ocupación de los espacios de la Alcazaba que han sido objeto de excavación arqueológica fue simultánea y relativamente limitada en el tiempo. Hay que destacar que el material cerámico además de estar muy fragmentado, es relativamente escaso. Por ello el análisis estadístico por unidades estratigráficas (UE/s) y sondeos, buscando diferencias cronológicas y espaciales, no siempre ofrece resultados contrastados, si bien se intentan realizar algunas aproximaciones en el sondeo 4200, que es el que ha aportado mayor cantidad de cerámica. Puede obtenerse una imagen más clara analizando todo el material en su conjunto, lo que permite establecer una serie de parámetros para fijar su cronología y, sobre todo, va a servir de punto de referencia para comparar con otros conjuntos que puedan aparecer en próximas excavaciones en este yacimiento o bien en otros del entorno.

Igualmente la cerámica se ha ido recuperando y restaurando en su casi totalidad. Incluso se ha llevado a cabo un ejercicio de arqueología experimental, para poder conseguir una muestra significativa de la tecnología aplicada y de los materiales usados. De ese modo, se han llegado a fabricar candiles de piquera, redomas, jarritas, arcaduces, etc. Se ha logrado implantar un curso de restauración y de arqueología experimental que se retomará con cada campaña.

Características tecnológicas

Se han diferenciado un total de 31 grupos tecnológicos identificados por bordes, mientras que otros 29 grupos corresponden a piezas individualizas por tratarse de vidriados (25) o estar decorados (4) pero que no corresponden a bordes. Sólo en el primer caso han sido cuantificados a través del EVE. Esta diferenciación se ha realizado en base a tres criterios:

  • La arcilla: tomando en cuenta el color base, la reactividad al ácido clorhídrico, la frecuencia y el tamaño general de las inclusiones se han podido establecer 9 grupos de arcillas significativos, entre los que destacan fundamentalmente dos, el tipo de pasta utilizada normalmente en las vasijas de cocina (51,20% del EVE) y el utilizado habitualmente en las de acarreo (jarras/os y jarritas/os) (29,70% del EVE). De esta manera parece que en relación con la funcionalidad de la vasija se utilizaban diferentes canteras o barreros, buscando pastas ferrosas, con inclusiones moderadas o abundantes de tamaño fino, para piezas que iban a ser expuestas al fuego, mientras que las vasijas utilizadas fundamentalmente para contener agua eran realizadas con arcillas claras calcáreas, con escaso óxido de hierro e inclusiones escasas y muy finas.
  • Modelado y acabado: hay que destacar el absoluto predominio de las pastas realizadas a torno (95,02%), la mayor parte sin una cobertura específica (90,21%), siendo muy escasas las cerámicas vidriadas (4,65%) y residuales las sigillatas (0,16%). Las cerámicas a mano son minoritarias (4,98%), limitándose a tinajas, discos y alcadafes, que no suelen presentar cobertura específica (4,82%), a excepción de las bruñidas prehistóricas, claramente residuales (0,16%). En base a estos datos se puede inferir la existencia de un sistema de producción cualificado y en el que están prácticamente ausentes las producciones familiares realizadas a mano y para abastecimiento de pequeñas comunidades, que caracterizan a la producciones emirales y califales en distintos ámbitos del sur y sureste peninsular. La producción la llevarían a cabo artesanos especializados en pequeños talleres o, en algunos casos, es posible suponer el desarrollo de talleres complejos y especializados. Las producciones a mano parecen limitarse a grandes vasijas que solo es posible realizar de este modo, como las tinajas, si bien en ocasiones el borde y cuello de estas piezas parecen haber sido realizados o, al menos, repasados en el torno.
  • Cocción: predominan las postcocciones homogéneas oxidantes (51,69%), seguidas de las heterogéneas (tipo sandwich) (37,08%) y, finalmente, las homogéneas reductoras (11,24%). Las pastas duras son mayoritarias (67,74%) respecto a las blandas (32,26%), que solo están más equilibradas respecto a las primeras en el caso de postcocciones oxidantes.

Por tanto a nivel tecnológico se pueden diferenciar cuatro grupos de producción principales e igualmente son significativos también en el sentido de que podrían significar una especialización artesanal, de manera que el alfarero que trabaje con un barro difícilmente lo hará con otro. Los grupos son:

  • Cerámica de cocina (ollas). Pastas finas rojizas no reactivas, modeladas a torno y sin una cobertura específica (pueden presentar abundantes acanaladuras de torneado), que han sido cocidas en atmósfera reductora, con un proceso de enfriamiento durante el cual se produce una oxigenación total o parcial, en este caso dejando el núcleo de las pastas de color negro o gris y el exterior rojizo o marrón. Se trata de pastas duras, con poca capacidad de absorción de agua. Esta producción ronda el 50% del total de las documentadas.
  • Cerámica de acarreo y de servicio de agua (jarras/os y jarritas/os). Pastas muy finas beiges reactivas, modeladas a torno y sin una cobertura específica (aunque pueden presentar decoración pintada a base de gruesos trazos verticales rojos o negros). Han sido cocidas en atmósfera reductora, con postcocción oxidante, pero, dada su escasez en óxido de hierro, no suelen presentar color gris o negro, si bien las tonalidades se hacen más oscuras en el centro de las pastas. Son pastas blandas, con cierta capacidad de absorción de agua, lo que puede favorecer que el líquido se mantenga fresco. Esta producción se sitúa en torno al 25% del total.
  • Cerámicas rojizas medias o groseras no reactivas, modeladas a mano, sin cobertura específica (pueden presentar decoración impresa, normalmente digitaciones en los cordones de las tinajas), que han sido cocidas en atmósfera reductora, con reoxidación parcial durante el enfriamiento. Corresponden a piezas que por su grosor, para poder ser modeladas y cocidas, requieren la presencia de inclusiones de mayor tamaño. En este sentido se ha señalado que una arcilla que es demasiado suave y de grano fino no se sostiene en formas grandes o altas. Este grupo suma aproximadamente el 5% del total.
  • Cerámicas vidriadas, que son muy heterogéneas en cuanto a pastas y características de los vidriados, por lo que requerirán un análisis específico más adelante. Probablemente proceden de centros productores diversos y, en todo caso, no parecen producciones locales o comarcales. No llegan al 5% del total.

Características tipológicas

Las series cerámicas más significativas son muy escasas: olla, jarra/jarro/jarrita/jarrito y candil. Las restantes formas (tinaja, orcita, disco, alcadafe, cazuela, cuenco, redoma, taza y ataifor) representan un porcentaje muy escaso. Hay que remarcar la escasa importancia de las formas abiertas de mesa, representadas por cuencos, tazas y ataifores (1,76%), correspondientes en algunos casos a vasijas residuales de época prehistórica y romana, lo que plantea algunos problemas en cuanto a la funcionalidad de la cerámica. El diámetro relativamente pequeño de las ollas (12-16 cm.) y su mayor profundidad que anchura lleva a pensar que no se usan para comer directamente en ellas, al menos de forma colectiva, a lo que se añade la presencia de piquera, utilizada sin duda para verter lo cocinado en otros recipientes. Tal vez estuviesen realizadas con otros materiales, probablemente cuencos de madera. La sustitución de estas piezas de madera por otras de cerámica sólo parece producirse en esta zona de al-Andalus en la segunda mitad del siglo X, con la generalización de la presencia de los ataifores vidriados. Este fenómeno que también se ha observado en otras regiones europeas.

Decoración

Los grupos y motivos decorativos documentados en la cerámica de la alcazaba de Madinat Ilbira son los siguientes:

  • Pintada: se pueden distinguir tres grupos, el primero, a base de trazos rojos con motivos decorativos de época íbérica; otro a base de trazos rojos (almagra), normalmente bandas anchas verticales; y finalmente a base de trazos negros (manganeso), también suelen ser bandas anchas verticales. El primer grupo es de carácter residual, mientras que el segundo y el tercero corresponden a motivos decorativos bien conocidos en época emiral.
  • Impresa: también tres grupos que se corresponden con digitaciones (verticales, oblicuas, de pellizco) en los cordones de las tinajas; pequeños círculos impresos, probablemente en una tinaja; pequeños círculos impresos con punto central; cuerda impresa.
  • Incisa: acanaladura o doble acanaladura incisa en candiles vidriados, siempre presente en la zona de unión gollete-cazoleta; líneas incisas en redomas vidriadas; líneas incisas onduladas, realizadas a peine, en jarras; líneas incisas en jarras.
  • Vidriados: decoración a base de trazos pintados en superficies vidriadas, que se pueden agrupar en trazos separados de verde y manganeso sobre vidriado blanco; trazos separados de verde y manganeso sobre vidriado amarillo; trazos de manganeso sobre vidriado verde.

Cronología

Para fijar la cronología de este conjunto cerámico se puede recurrir a la comparación de rasgos con otros procedentes de ámbitos próximos en base a los estudios efectuados en materiales aparecidos en estos ámbitos. Se han hecho estas comparaciones con conjuntos procedentes del valle del Guadalquivir, donde destacan los estudios sobre Córdoba (Secunda y Cercadilla) y Jaén (Marroquíes Bajos); la costa mediterránea (Málaga y Pechina); y Vega de Granada y su entorno, donde destacan los yacimientos de de El Castillón (Montefrío) y Cerro del Molino del Tercio (Salar). En base a las características tecnológicas, tipológicas y decorativas de cada uno de estos ámbitos, se puede decir que la cerámica de la alcazaba de Madinat Ilbira hay que situarla entre los siglos IX y X.

Producción y distribución

Por las características que presenta este conjunto cerámico se puede afirmar que fue realizada por profesionales cualificados, por alfareros que probablemente tuvieron una dedicación total a esta actividad en pequeños talleres dedicados a satisfacer la demanda local. Hay que descartar, por tanto, que se trate de producciones realizadas en el ámbito doméstico por los propios grupos familiares. Pero desconocemos, por ahora, los centros de producción y su distribución. Es posible que existiese una producción local o regional para la mayor parte de las formas no vidriadas (ollas, jarras/os y jarrita/os, discos y tinajas), tal como se deduce de la existencia de evidentes paralelos tipológicos con yacimientos de la Vega de Granada y su entorno y las claras diferencias con tipologías de otros ámbitos (valle del Guadalquivir, costa mediterránea).  La localización de estos alfares es incierta pero cabe pensar que pudo existir una tendencia a agruparse en torno al núcleo urbano en formación que debió ser Madinat Ilbira en el siglo IX, concretamente gracias a la fundación de la mezquita mayor en el año 864. No obstante, también pudo producirse en otros núcleos rurales de la Vega. Igualmente existirían otros centros productivos más lejanos, como Pechina o Córdoba, que producían cerámicas vidriadas. La comercialización de producciones locales o regionales se haría en mercados periódicos, que con el tiempo aumentarían en importancia, extendiendo las redes comerciales y conectando diferentes puntos.

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