Análisis de la cerámica

La cerámica es el elemento más importante a la hora de estudiar un yacimiento, pues a raíz de su análisis se extraen conclusiones de diversa índole que facilitan la comprensión de los procesos históricos. Por ello el estudio de este material debe estar encaminado a la obtención de la mayor cantidad de datos objetivos, así como fijar una cronología y conocer los sistemas de producción e intercambio de la cerámica, al igual que su función, todo ello con la intención de dotar a este material de todo su potencial explicativo desde el punto de vista arqueológico e histórico. En la mayor parte de los yacimientos arqueológicos el material cerámico se halla muy fragmentado y normalmente son muy pocas las piezas que han podido reconstruirse, y eso sólo de una forma parcial, de tal manera que el tipo de análisis debe tener en cuenta en esta realidad.

El sistema de análisis empleado se basa, por una parte, en el establecimiento de una serie de criterios objetivos para establecer la clasificación de las pastas, las formas y la decoración, y, por otra, en la necesidad de cuantificar todos estos aspectos, para lo cual hay que centrarse fundamentalmente en los bordes, a partir de los cuales se establece la tipología formal y posteriormente se cuantifica la cerámica a través del denominado EVE (del inglés estimated vessel equivalent, que puede traducirse como «equivalente de vasija estimado»).

Este estudio se centra en tres aspectos básicos: pasta, forma y decoración. Los dos primeros, que definen grupos tecnológicos y grupos tipológicos, son los fundamentales, si bien no hay que obviar la importancia que tienen los rasgos decorativos, desde diversos puntos de vista.

El análisis de pastas: los grupos tecnológicos

El análisis visual de las pastas se basa en tomar una serie de parámetros observables en cualquier fragmento cerámico. Estos criterios, que denominamos primarios, permiten grupos tecnológicos, ya que son datos que informan sobre los distintos momentos del proceso de producción. . En el caso de que coincidan todos estos rasgos se puede afirmar que dos fragmentos pertenecen a un mismo grupo tecnológico. Siguiendo un cierto orden en este proceso se pueden agrupar estos criterios en tres apartados:

1. Relativos a la composición de las pastas o barros (arcilla, matriz más inclusiones) utilizados para la elaboración de las vasijas:

  • Color de la matriz arcillosa de la pasta (cuatro gamas: amarillo-verde, beige- rosa, rojo-naranja-marrón y negro-gris). Unos tipos y otros proceden de diferentes canteras o barreros, lo que da una primera pista para diferenciar las pastas en función del lugar de extracción de la arcilla. Aunque el caso de pastas grises o negras, el color se debe al proceso de cocción.
  • Reactividad al ácido clorhídrico (dos posibilidades: positiva o negativa). Esta reacción muestra la distinción entre pastas calcáreas y no calcáreas, lo que permite también diferenciar el lugar de extracción de la pasta cerámica.
  • Inclusiones, de las que se tienen en cuenta la frecuencia general (escasa o abundante), el tamaño general (muy fino [< 0,1 mm.], fino [0,1-0,5 mm.], medio [0,5-1,5 mm.], grueso [1,5-2,5 mm.] y muy grueso [>2,5 mm.]), así como los tipos de inclusiones notables (mica, cuarzo, calcita, etc.). Las inclusiones, intrusiones o desgrasantes, son partículas de limo, arena o grava, pero también huecos o poros, que pueden verse a simple vista o a través de microscopio o lentes de aumento, y cuya presencia en la pasta cerámica puede deberse a que estén presentes de forma natural en la arcilla (haya sido ésta más o menos decantada) o que se hayan añadido intencionadamente. Para determinar grupos tecnológicos se descartan las inclusiones ocasionales. Para identificar las diferentes inclusiones desde el punto de vista geológico se recurre a análisis petrológicos.

2. Relativos a la elaboración por parte del alfarero:

  • Modelado (mano o torno). Como norma general debemos diferenciar entre el modelado a mano y el modelado a torno, siendo muy complicado la individualización de la utilización de la torneta (también denominada torno lento o torno bajo), ya que ésta puede servir como simple soporte para un modelado manual o, girándose a una cierta velocidad, puede tener una función muy similar al torno.
  • Acabado, en el que se valora el tipo de acabado (vidriado, barniz, engobe, etc.), el color (por ejemplo en el caso del vidriado: blanco, melado -gamas desde amarillas a marrones oscuras-, verde) y la extensión (total, sólo al interior o al exterior, etc.).

3. Relativos a la cocción de las vasijas:

  • Color debido a los procesos de cocción (calentamiento) y postcocción (enfriamiento): homogéneo oxidante (colores rojizos o claros), homogéneo reductor (colores grises o negros) y pastas tipo sandwich (núcleo gris o negro y exterior rojizo o claro) o sandwich inverso (exterior gris o negro y núcleo rojizo o claro). En principio, según los estudios realizados, todas las cocciones en época medieval se realizan en atmósfera reductora, siendo el factor determinante en el color de las piezas cerámicas la postcocción. Una postcocción reductora da piezas totalmente de color gris o negro, mientras que una postcocción oxidante da vasijas con la superficie más próxima al color de la arcilla (rojizo o claro), pudiendo ser su núcleo también gris o negro si la oxidación ha sido insuficiente como para penetrar en el núcleo. Pero este criterio hay que tomarlo con mucha precaución por las variaciones existentes entre diversas zonas de una misma vasija, en función normalmente de su grosor o de su posición en el horno.
  • Dureza (dos posibilidades: blanda o dura), en función de si pueden o no rayarse con la uña. La dureza depende fundamentalmente de la temperatura de cocción y de la composición de la pasta, así las pastas ferrosas adquieren una mayor dureza que las no ferrosas a una misma temperatura, debido a que el óxido de hierro es un fundente.

Análisis de formas: los grupos tipológicos

El principal objetivo del análisis de la forma es intentar utilizar el mayor número de fragmentos posibles y poder cuantificar las tipologías, de cara a comparar diferentes conjuntos. Por este motivo se toma el borde para establecer la tipología, aunque en otras ocasiones se puede emplear otra parte. A partir de estos elementos se utiliza el EVE como criterio de cuantificación. El EVE sirve para medir el porcentaje de pieza que tenemos a partir de un fragmento de borde, siempre que podamos establecer el diámetro de la vasija. Los porcentajes se calculan, para facilitar el cómputo, a partir de un valor mínimo del 5 %, en múltiplos de cinco. No obstante, en ocasiones surgen problemas de cuantificación. En este sentido hay que ser conscientes de que los resultados obtenidos pueden no reflejar la composición real de los ajuares en un momento determinado, sino que se trata de una aproximación estadística al registro arqueológico, lo que va a permitir poder comparar diferentes conjuntos siempre que se utilice el mismo método.

Para poder utilizar el mayor número posible de fragmentos de bordes pueden establecerse dos niveles tipológicos (grupos tipológicos y tipos), que van de menos a más en cuanto a definición, de tal manera se puedan establecer escalas diferentes de comparación entre conjuntos. En primer lugar, de forma previa al análisis tipológico, se separan los bordes por series cerámicas. Se han identificado las siguientes series, agrupadas por su funcionalidad:

  • Cocina: olla/marmita y cazuela.
  • Acarreo: jarra/jarro/jarrita/jarrito (no vidriados) y orcita.
  • Iluminación: candil.
  • Conservación: tinaja.
  • Mesa: cuenco/plato (no vidriados), redoma/botella/jarrita/jarrito (vidriados), taza y ataifor (vidriado).
  • Otros usos: disco y alcadafe/lebrillo.

Una vez separados los bordes por series cerámicas se procede a su análisis tipológico.

El primer nivel, denominado «grupo tipológico», pretende abarcar casi todos los bordes, salvo algunos muy pequeños o deformados, de modo que se dividen las diferentes formas en función de la característica del borde. La idea consiste en individuar grupos de forma que hayan podido ser fabricados por un mismo alfarero o por una tradición común a uno o a pocos alfares; se tendrán en cuenta por lo tanto las características generales de la forma el borde, que entran dentro de lo intencionadamente manipulable por el artesano, mientras que se eliminarán los rasgos inevitables o no manejables. Los grupos tipológicos se denominan en términos descriptivos («olla de borde en S», «jarra/o o jarrita/o de borde recto», etc.).

Para determinar el segundo nivel, «tipo», habría que disponer de la vasija completa (borde, cuello, cuerpo y base en el caso de las formas cerradas), indicando con una letra mayúscula la forma de cada una de las partes de la vasija.

No obstante hay otros elementos de las piezas, como las bases o las asas, que igualmente se pueden cuantificar y estudia, dado el interés de los datos que pueden extraerse.

Análisis decorativo

El estudio de los sistemas decorativos requiere recurrir a todos los fragmentos decorados, independientemente de si forman parte de los bordes de las vasijas. En este sentido no es factible un análisis cuantitativo (a excepción del supuesto ideal de conservar todas las piezas completas). El interés no es artístico, sino que está motivado fundamentalmente por los indicios cronológicos que la decoración puede aportar, además de informar de intercambios comerciales o difusión de rasgos culturales. Siguiendo los estudios habituales sobre este tema, se agrupan las decoraciones en grandes conjuntos (pintadas, impresas, incisas, etc.) y posteriormente se precisa el motivo, color, etc., definiendo los tipos decorativos (pintada: trazos gruesos verticales rojizos; impresa: digitaciones en cordón aplicado; etc.).

Otros análisis significativos: los vidriados

En función de las especiales características de casa conjunto cerámico, puede plantearse un análisis específico de determinados elementos, por ejemplo, los fragmentos vidriados, puesto que en la época a la que pertenecen los ajuares cerámicos que estudiamos se inicia la expansión del vedrío en las vasijas y resulta de gran interés analizar las características de estos vidriados, pero también las de las pastas y series sobre las que se aplican, de modo que podamos saber si estas primeras producciones son locales o importadas o conocer en que tipo de vasijas se utilizan, para explicar más adecuadamente su difusión.

Otros análisis significativos: las bases

El estudio de las bases de las vasijas constituye, de por sí, un importante indicio sobre su tecnología de elaboración. Pero, en el caso de la cerámica de Madinat Ilbira, este análisis tiene una especial significación por haberse detectado un cambio destacado entre el siglo IX y el X, se trata del paso de bases plantas, con huellas de torzal, de tradición tardoantigua, a bases convexas, normalmente espatuladas, proceso que se documenta tanto en jarritas y jarritos, como en ollas. De igual modo, en el caso de los ataifores, un indicador cronológico es el paso de bases planas o convexas a otras con pie anular o anillo de solero. En este caso, la cuantificación de las tipologías de bases, como en el caso de los bordes, puede realizarse a partir del EVE.

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